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LA MUERTE DE EL COBARDE TROY McFLUSTER POR LA INTRÉPIDA SEÑORITA TRACY LORDS, SOLTERA — abril 24, 2017

LA MUERTE DE EL COBARDE TROY McFLUSTER POR LA INTRÉPIDA SEÑORITA TRACY LORDS, SOLTERA

Troy McFluster estaba enojado y armado con una ristra de chorizos. Los blandía amenazadoramente hacia Tracy Lords, la mas bonita del pueblo, el pueblo que tenia el mismo nombre que tenía: Boring City.

Boring City habia tenido 666 habitantes en su epoca de gloria, durante la fiebre del oro, pero ahora solo habia fiebre tifoidea, murcielagos excretando güano y un monton de putas, que no daban a basto rascandose las pulgas. Tracy Lords se las rascaba todo eltiempo, estaba en su cama, en su cabeza, en sus manos, debajo de las uñas y debajo de su craneo, que tambien estaba lleno de parasitos. Por ende, Tracy se portaba como tal: un parásito chupasangre. El mundo puede ser un lugar muy aburrido cuando uno es aburrido, y ahora Troy la corría por la calle principal tratando de lazarle el cuello para romperlo con una ristra de chorizos. Los chorizos los embutía el propio cura del pueblo, gran bebedor y eximio degenerado, en suma, cualquier cosa menos un creyente de Dios. No usaba calzoncillos. Si Dios hubiera proveido, se los hubiera sacado tan rapido como se los ponía, pero era viejo y no se le paraba. Bebía y se rascaba el culo. Se miraba la mano con una expresión soñadora. Entonces acercaba la mano y olía. Continuaba bebiendo. Nos pasa a todos.
Como sea: Troy le dio a Tracy con un chorizaso en la cabeza. Tracy cayó desmayada sobre el polvo de la calle y se rompió la nariz y Troy se acercó a ella. La vió a los ojos. Recordó su vagina, húmeda y abierta como una… como una… Troy quería decir «orquídea», pero nunca habia visto una, así que pensó en los lirios de los arroyos, blancos y perfumados, pero borró de su mente a esa flor inmediatamente puesto que la cosa de Tracy era cualquier cosa menos blanca y perfumada. Era mas bien una cosa apaleada, desfigurada y purpúrea, con algunos tintes grises. Le eran extraños, a la dama, los productos de belleza: no los necesitaba. Era bonita, y muy puta. Tenía derecho, tambien tenia algunos problemitas mentales que eran solapados por su capacidad innata de poner caliente hasta a las ratas. Cocinaba bastante bien. Colgaba de su ventana, en su pequeña casa de putas, unas cortinitas de macramé que juraba habian sido hechas e importadas de París, pero Yukón no era París, sino un agujero innegable perdido en el culo del norte de un infierno muy frio y muy estúpido, y ella venía de ahí y lo tenía en su sangre y sus padres eran dos cosas informes con olor a cebolla, estrábicos y con pelo en la frente y sin capacidad alguna de sinapsis mas que de agacharse para recoger papas congeladas en invierno. Los dos cayeron victimas de sendos aneurismas al caerse de un burro el dia que dejaban la iglesia despues de casarse por segunda vez, para evitar las habladurias de esa comarca idiota y despreciada hasta por Nuestro Creador Dios.
Troy la observaba embelesado. Se le inflaban las pelotas. Todos estaban mirando. Era vergonzoso y arrobador. Todos sabian que habia dado el oro y el moro por ella y que tenía el mejor traste de este lado del universo. Se habia partido la espalda por ella y ella andaba por ahí, correteando como una furcia feliz y dandole el culo a cada paisano que tuviera una pinta de whisky barato.
En la cabeza de Tracy no ocurría nada. Solo una negrura acuosa, esta negrura acuosa y blanda como el tiempo.
Habia tenido una sola muñeca cuando era niña y no habia podido sacarse de la cabeza, a travez de toda su vida, que no habia conocido un alma santa en toda su vida mas que esa muñeca trizada en jirones. Había hablado en voz alta con esa cosa de trapo hasta los dieciseis años. Se habia prometido a si misma ser como esa muñeca: ajada, sucia y con un solo ojo, e igual de silenciosa y melindrosa.
No lo habia logrado, y ahora estaba en medio de la calle tendida de costado con un sangrado de nariz, la visión borrosa y el culo lleno de polvo, y su marido, el petimetre insensible que la golpeaba todas las noches con un latigo de potro para empomársela, parecia estar ahí agachado como quien hubiera descubierto el reclinatorio de la iglesia o estuviera buscando un diamante en el retrete. Maldito estupido.
Se incorporó y le escupió un esputo lleno de sangre y flema. Venia el otoño. La cosa se ponia fresca.

– Hola papi -, le dijo ella, guiñándole un ojito.
– Hola mami – , dijo él, sonriendo.

No eran padres. Troy tenía su semen tan muerto como Abraham Lincoln, y probablemente se mereciera el mismo agujero en la cabeza de vaca que tenia por testa.
Y entonces Tracy desenfundó. Y desenfundó nada menos que del escote de sus voluminosas e impresionantes tetas sudorosas y polvorientas.
Los viejos ponian la palma a la altura de la cintura para agarrar la baba cuando Tracy salía a la calle con semejante tetamen. Era enloquecedor y estúpido. Tracy mantenia, ella solita, sexualmente activa a toda la población masculina de mas de setenta años de Boring City.
Y lo sabía. Y le gustaba.
Tracy sacó el Derringer del escote y disparó el unico tiro que podia dispara la pequeña pistola. Un gran invento de la industria armamentista norteamericana. Compacta. Silenciosa. Letal. Digno de una mujer impresionante como Tracy y directamente diseñado para un cabeza hueca como Troy.
Un poco de sangre y pelos voló por el aire repentinamente caliente alrededor de ellos. Troy inclinó un poco la testuz, la miró por ultima vez, y cayó de costado como una mosca es ajusticiada contra el vidrio sucio de una ventana que no mira a ningun lado interesante.
Tracy se levantó del suelo enfurecida, se limpió el polvo del culo con las manos y tomó a Troy por la cabellera grasienta y lo arrastró hacia adentro de la casa. Bebió un vaso de agua terrosa. Pensó, bueno, esto se pone interesante, y ahi afuera ya se estan cagando a trompadas y haciendo fila por mi pequeño corazón púpura. No tendré problemas, siguió pensando, aún soy bonita y tengo las billeteras de todo el puto pueblo en mis manos para reventarlas cuando se me cante la gana. No habrá problemas con los cerdos de la cana. El sheriff sabe que valgo mi peso en oro. La yuta tambien estaba apalancada con su vagina, digno sea de verse, no? Valía cada pelo pringoso que tenía ahi abajo entre sus muslos.
Entonces Tracy abrió los ojos muy grandes. Muy, muy grandes. Eran azules y Dios los había hecho para encantar al planeta entero y prenderlo en llamas con un pestañear.
Tracy salió corriendo afuera de la casa haciendo cien metros en siete segundos y se detuvo mirando la calle de tierra, totalmente desesperada.
Entonces los vió.
Su lengua salió afuera de su boca y todo el mundo vió como se la pasaba por los labios rojos y entonces todos los hombres de Norteamérica empezaron a masturbarse al unísono.
Tracy levantó del suelo la ristra de chorizos y miró a su alrededor con una mirada de acero, gélida y sin compasión.
Volvió a la casa con una gran cara de culo, la cabeza gacha y la ristra de chorizos colgando detrás de ella.

LOS DIENTES DE UN DESCONOCIDO — abril 5, 2017

LOS DIENTES DE UN DESCONOCIDO

Encontraron el cuerpo del occiso completamente carbonizado.
Nafta. Por menos de cien pesos lo mandaron al otro lado.
Probablemente estuviera alcoholizado. Simplemente durmiendo la mona. O era un groso de la zona. Un pope que se perdió entre los comunes.
No quedó nada, ni siquiera se le pudieron encontrar los registros dentales. Nada.
A cincuenta metros estaba la foresta y unos mil metros mas allá, al este, estaba el rio. Habia sudestada.
El río no dijo nada.
Pero eso fue el dia después. El dia anterior yo estaba en la costanera. Fui a por un bocadillo. Hacía frio, pero no tenia nadie con quien estar y me tomé el subte B. Me gusta el subte. Bajar a las entrañas de la tierra. Ver las caras de la gente. las mujeres, todas hermosas, con sus caras de cemento, con un dejo de grave tristeza. Andan por debajo de la tierra preocupadas por un amor que no viene, o por los años que sí vienen. Está calentito ahi abajo, en el subte.
Fue lo unico calentito del dia, ese dia.
Me bajé en Alem, al lado del Correo Central. El Luna Park cerrado. Todo encapotado, todo con un velo.
Me cierran el mundo, pienso a veces, y es verdad. La capsula de vitamina B, en este preciso momento, está trepando por mi lengua, con su color anaranjado, amargo, muy amargo. Me sube al cerebro y quisiera gritar. Es de mañana. Escucho a la gente charlar balcón abajo. Pero tengo que encontrar un tiempo para contar esto. No se donde voy a estar mañana. Vivo volando con el viento, un viento suave pero persistente que no para nunca. Tengo la espalda rota, mala vision, los dientes se me caen a pedazos y yo estoy vivo aún, escribiendo esto. Si el ser humano se conforma de actos o fortunios que llevan a hechos y consecuencias, escribir esto no deberia ser el fin del mundo de nadie.
Me bajé del subte, enfilé hacia madero, llegué al dock, doblé a la derecha bordeando la fragata Sarmiento, que no cabeceaba a pesar del viento. Muda, inmovil, bastante inútil, sin ningun acento mas que el de su historia, la cual ignoro porque no me importa. Blanca, gigante.
La gente como yo no anda en barcos. Solo una vez estuve arriba de un barco, por una media hora. Iba al colegio. Vimos a Buenos Aires desaparecer. Fué intenso. Las maestras estaban preocupadas e irritadas. Solo un divertimento para los alumnos perdidos de un colegio religioso, sin moral y sin destino. Volvimos y bajamos del barco. Pocos deben recordar ese trip escolar. Y yo, pasando de largo al costado de una fragata, hacia una hamburguesa fria, pasando de largo los Lamborghinis estacionados en Juana Manso, al lado del «Faena Oh que tan Exclusivo que soy» Club Art District.
Hay unos setos en la plaza del medio de la avenida. Apenas los veo me dan ganas de mear. Estan en filas paralelas, son frondoss, ríspidos, estupidos. Perfecto para una buena meada de invierno. A nadie parece importarle. Me lavo las manos en el bebedero. Tomo un sorbo de agua, cargo el tanque otra vez y ya estoy en los carritos. En My Dreams.
Solía ir con unos vagos a comer ahi, en los veranos, a comer choripanes grasientos y crudos que nadie queria comer. Era la unica via social que teniamos, ir ahi y comer, ir ahi y charlar, ir ahi y pelearnos. La mayoria de mis amigos están muertos o internados; o ya no son mis amigos y estan o muertos o internados.
«It was the best dreams we could afford».
Espero debajo de la columna persa, esa que tiene los toros cornudos en la punta. Los recuerdos de la niñez que tuve en algun momento se han disipado ya con todas las penurias que he pasado, pero esa columna aun me gusta. Tiene un tinte amarillo. Es mas vieja, mucho mas vieja, que cualquier pecado que exista en Buenos Aires. A veces la toco. Está fria y dura, como mis ojos cuando me enojo.
Ese dia, ese dia que es ahora, las nubes, las nubes. Grises, como de un gas metálico muy añejo y muy pesado. Bajas. Comiendose la mitad de los rascacielos donde nadie vive. No me importa mirarlos mientras no me ponga a pensar de que ahi dentro no existe el dolor, o si existe debe ser una suerte de dolor muy refinado, muy perfumado, muy de preocupaciones mas delgadas de lo que puedo llegar a imaginar. Pienso en paneles de papel arroz. Un ritmo diferente. Una suavidad diferente. Diferentes ropas, diferentes olores, diferentes cigarrillos, diferentes musicas, diferentes mugres y cucarachas.
Cuando veo esas torres que llegan hasta las nubes, siempre me acuerdo de todo lo que no quiero ser y de todo lo que nunca seré.
El grito de un parvulito de carancho. Una cosita. Ojo redondo rojo, mente evaporante.
Camino. Simplemente camino. Voy hacia el Sur. Hacia la villa. Hacia Lola Mora, blanca y suicidadapor siempre jamás, detras de un plexiglás mugriento, una escultura pulida por el poco salitre químico de el Rio de la Plata.
Viento. El sol oblicuo y mas viento y el viento trae un poco de obscuridad, una obscuridad de dimensiones astronómicas y físicas que cae desde el aire sobre la ciudad como un manto sólido y palpable, impregnandolo todo.
No soy valiente, no puedo rechazarlo.
Me pongo la capucha, mi cara se crispa, ahora soy un tunel de viento y mi boca recibe el cono gélido directamente a mis pulmones a travéz de el agujero en mi cara en el medio de mi barba. Me siento AZUL. Debo estar azul. Como era que decia el poemario popular de la infancia?
«Los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor…».
Por lo menos zapatillas tengo. Son marca Rave. Mi bolsillo y mi refinado paladar de calzado e indumentaria me hizo notar en la casa mayorista de calzado economico que las Rave tienen, en la grilla de la planta del pie, debajo de la plantilla de utilería, unas bolitas de goma entre cada espacio de la cuadricula de la suela. Eso quiere decir que cuando se gasta la plantilla los pies te van a doler menos por el espacio ocupado entre cada varilla de PVC.
Me duelen los pies, de todas maneras.
Hay perdidas de agua en el farallón a mi izquierda, Uno se pregunta de donde sale el agua, estando el agua de la inundacion en la previa a la Reserva Natural a diez metros mas abajo de la baranda. Un reguero triste en una costanera triste que se cae a pedazos. Resiste, aún.
Un vago y una vaga por aqui y por allá. Caras imprecisas. Aves que chillan. Los arboles centenarios, cortezas negras, ennegrecidos por el smog como el carbón, susurrantes en su soledad magnánima y fria.
Me siento a gusto porque bajar mas abajo implica la muerte y el fin del dolor.
Trato de no caer mas bajo.
Gris, negro, gris, negro, verde, cemento y vidrio. Ausencia de niños. Ausencia de este niño que aquí tipea al borde del abismo, tambien con pérdidas de todo tipo.
Manos azules extienden unos pocos billetes. El olor a grasa saliendo de el planchón humeante de la parrilla. Los choripanes y las hamburguesas ya no son lo que eran. Desde que Macri cambió las parrillas a carbón por esas mersadas proyankis a gas, la carne no tiene gusto a nada. Antes por lo menos me mentian y parecia que uno comía carne, ahora la carne devorada es uno y el sandwich que te dan te mira y se te caga de risa.
Miro hacia el este, hacia la arboleda inmensa.
Pienso: «No se puede ir mas hacia el este, si tratara de nadar hacia Montevideo probablemente le pifie. Terminaria en Ciudad del Cabo, vería a mi alrededor y aun así querria prenderme un pucho y pasar de todo».
Por ende, me prendo un pucho. Fumo demasiado. Debe ser la angustia, o que me gusta. Planta sagrada el tabaco, no?
Cuando fui a ver a Srta. Trueno Negro, me pidieron cortesmente que me retirara del establecimiento para fumar mi tabaquillo.
El siome neohippie/hipster/clón de Pángaro marica de playa que me habló acababa de salir de el pequeño patio cubierto apestando a resina de cannabis.
El progreso. Tabaco no, marihuana si.
No producen semen, les sale yogur diet de la pija.
Le dí un mordisco a la hamburguesa, ese dia que fué y que es hoy. Mastiqué tres veces, tragué, un pedazo de pata de vaca se me quedó entre las muelas rotas, hurgué con la lengua, pensé en mi madre, pensé en agua fria, en la posibilidad de la lluvia, me senté en una silla plegable y puse las piernas arriba de el farallón a ver las cigueñas pasar. Una , dos, tres. Van hacia el norte. Y hacia arriba.
Buenos Aires está invivible.
No es que yo sea un tipo malo sino que me empujan. Si empujás a cualquiera por un buen tiempo las cosas se van al carajo, no importa que hayas nacido con un buen corazón, o que el sufrimiento de la soledad te haya hecho un hombre permeable y atento y casi justo. No alcanza. Se supone que te traten bien. El problema es que muchos hombres y mujeres, una vez que prueban la acción de la crueldad, ese primer paso hacia una vida de malicia, ya no pueden parar. Es como una droga. Hacés mierda a uno y no podés parar, y viene otro, y otro, y otro, es un vicio y una fiebre, un disfrute, como cazar elefantes: no tiene sentido, pero las caidas son resonantes y poderosas y te conmueven el corazon.
Y cuanta sangre. Mucha. Ataúdes. Pedazos volando por todas partes, lágrimas, internaciones. Uno se lo hace a cualquiera, grandes, chicos. Se empieza por pequeños resentimientos, por un cruce de palabras o un gesto. Te terminás haciendo policia recibiendo petes de mocosas de once años en la rotonda de los colectiveros de Valentin Alsina.
O te hacés presidente y tus ojos se ven mas azules que nunca. Y te mirás al espejo y decís: no soy el tipo mas malo del mundo. Mi corazón es correcto.
O te empezas a poner crema en los ojos a los setenta y dos años porque toda tu vida te dice que tu vida es tuya y de nadie mas, y te preguntas por qué. Y en la cama a la noche todos los finados del mundo te miran desde la esquina del baño, esperándote, y ya no sos bella, ni por dentro ni por fuera, y te preguntás por qué. Y hay un plán. Y es siempre infalible.
No se puede parar.

Grasa vacuna en los dedos, la carne y el pan y el aderezo bajando por la garganta, y el sol casi se ha ido, es el filo de una moneda muy vieja casi blanco donde ya no queda nada, y de mi boca empieza a salir una vaharada persistente que se difumina en el aire gélido.
Tengo ganas de tabaco. Me doy un tiempo.
Termino la hamburguesa. Me prendo otro Baltimore con una mano dura y seca y temblorosa. Doy una seca, los labios resecos. Me los muerdo, arranco piel, me la como. Sabe igual a la hamburguesa. Está linda la tarde, no? Claro que sí. Mi mano ya está violeta. Meto la izquierda en el buzo y la otra la dejo arriba cerca de mi cara.
Un viejo tic de cuando tenia mujer y yo fumaba cerca de ella. A ella le gustaba eso: verme con la mano arriba de la cabeza para que el humo no le fuera hacia su estúpida cara.
Ahora ella se fué lejos. Un dia simplemente desapareció. Me mandó un SMS muy corto, con la voz de otra persona, probablemente redactado por otro hombre.
No la extraño. Tenia buen cuerpo, el problema era el espacio vacio dentro de su cabeza y el espacio lleno dentro de la mía.
Sigo, de vez en cuando, subiendo la mano hacia el aire.
Un carancho se posa en el farallón cerca de mis piés. Le tiro un pedazo de pan. Se me queda mirando con su ojo inadmisible y muy rojo y muy certero. Da un salto. Picotea. Yo sonrío.
Te dieron gato por liebre, querido, pienso, y no me refiero a MÍ sino a ÉL.
Pero el no sabe mucho de esas cosas y yo no sé mucho de las cosas que sabe él, asi que estamos a mano. Le tiro un pedazo de carne. Picotea. Sonreiría (él) si pudiera.
Yo solo lo miro directamente a su ojo rojo, a su cabeza imposible y nerviosa. Dios hizo algunas cosas buenas en el mundo, la mayoria son cosas que uno no puede replicar y que por ende consideramos geniales. Los pájaros son una de esas cosas buenas.
La coronilla de Mi Cabeza extiende una Mano Roja, toca el penacho suave, retuerce su cabeza plumífera y quiebra el pequeño cuello, su pequeña alma de ave sale volando como en un viejo dibujo animado y entonces vuelvo a mi, a mi esqueleto que hierve, a mi fiebre, a mis dias sin sentido, al «crying human frame» de todos los días.
Desde el otro lado de la naturaleza puedo sentir al rio golpearme la cabeza una y otra vez, una y otra vez.
El río es marrón, y conforme ha caido la obscuridad ahora en la mas absoluta y divina penumbra, es profundamente negro, como una piedra finamente pulida hasta hacerla rabiar de ira por la ausencia de toda esperanza. Yo quisiera tener algo con que hendir el rio y hacer un hueco en el medio, para que sea mío. Pero no puedo. Pero que es mío es mío. No lo pienso muy a menudo, pero el agua sigue corriendo, y el fuego sigue quemando y la nafta sigue quemando maravillosamente y uno que está todo el tiempo dolido y maltratado por todo el puto universo con una caja de fosforos con mil fosforos encima todo el tiempo.

Pobre cosita iluminando la noche.

EL PERDEDOR DE RATONES — abril 4, 2017

EL PERDEDOR DE RATONES

EL PERDEDOR DE RATONES

– Usted… usted tiene MI RATÓN!

Eriberto paseaba solo por la calle en la peatonal de Zaragoza y la concha de tu hermana cuando se sintiò asido por el maniatico que le espetaba su inquirimiento.

– Retire usted su mano de mi jarretera, de mi pechera, de MI SERRRR…!
– Bándalo bellaco… usted, el trinador del diablo, usted se robó mi ratoncito.
– Yo no lo he robado a usted, señor mio, sabrá usted lo que hizo con su ratón.

Argañaraz Rubén Rolando Maquiavelo Nepomuceno Aristidez Gracia Geniol Gallardo de la Fuente Gutierrez Eucarístico Jorge Miguel del Sel se sintió un poco perturbado, pero no solo por nacer sino tambien por morir como moría.

Puede que usted tenga razón o que yo lo juzgue todo con demasiada pasion. Que podrá haber sido de mi ratoncito.
-Como era su ratoncito?
– Era todo blanco y con el hociquito rozado y asi fui fui fui.
– Como hacía?
– «Fui fui fui».
– No lo comprendo bien del todo, caray. Expláyese.
– Le explico: era blanquito, pequeño, de contextura gordita, de porte simpatico, para nada Disney. Tenia lentes y se peinaba la raya al medio. Era de buen caracter, pero a veces se salia de mi bolsita de los secretos.
– Su raton era su secreto?
– El mas preciado.
– El unico?
– Tengo otros ratones, pero eso no es ningun secreto.
– Digame, Eriberto, amigo del alma. Usted no puede ir por ahi perdiendo ratones. De hecho, es preferible que no solo no pierda nada de nada sino que tampoco ande por ahi cargando la alforja con boludeces. Un raton es un raton. Eso lo sabe todo el mundo, no es lo que se dice «un secreto», aunque solo usted puede saber el cariz de su pertenencia a sus intimidades.
– Es que era muy bonito.
– Me lo ha dicho, o mejor dicho, me lo ha sugerido.
– No lo sugerí, creo haberlo descripto de la manera mas febril y apasiaonada que se puede describir a un ratoncito que solo era mi secreto.
– Y dale con el secreto. Argañaraz, cuantos años tiene usted.
– Como sabe mi nombre si nunca se lo dije?
– La magia de la buenaliteratura. Cuantos?
– 43.
-43?
– En junio cumplo los 43. Mi mamá me parió casi a la llegada del invierno.
– 43 y con un ratoncito.
– Usted no sabe lo que se sufre la soledad.
– Me imagino que usted no dormira con el bicho ese.
– Es mas tibio el pobre… se me pone entre las patas. Bueno, no exactamente entre las patas, pero el dia que la palme me podria hacer una mini tanga… espere un momento. USTED POR CASUALIDAD NO TENDRIA UN RATONCITO PARA PRESTARME?
– No dispongo por el momento. Da la casualidad que los ratoncitos y el numero trece me provocan un poco de estupor, casi le diria una pizca de incomodidad insoportable.
– Pero son tan lindos los ratoncitos… hacen «fiú fiú» con la naricita.
– No era fui fui fui?
– A veces aspiran en vez de espirar.
– Si, y algunas veces expiran.
– No diga eso canalla, me parte usted el alma en dos… me toca el fondo del corazon y poco y nada me queda para dar sin mi amorcito.
– Se refiere a su mascota.
– Me refiero al roedor que dejo que duerma entre mis huevos.
– No lo culpo ni lo condeno, hombre mayor, la vida puede ser un yermo indecible.
– Cuenteme algo, usted, el caballero sin nombre…
– Pero recien me dijo que no sabiamos nuestros nombres.
– Una brecha en la sinapsis y un hoyo muy peculiar en la sinapsis del escriba tipeante.
– Cuente algo.
– Le cuento dos cosas…
– Cuales?
– No se, usted me dijo que le cuente algo…
– Pero usted dijo dos.
– Hombre del roedor, abrevie, que he estado todo el dia aqui en las calles de Rosario para que me compren pastillas Renomé Fumador y solo he hecho un niquel.
– Olvidé a lo que ibamos. Subráyeme las consecuencias actuales de este dialogo.
– No.
– No?
– Ni en pedo. Usted ha bebido o anda drogado. Vease a un hombre grande perdiendo ratoncitos… que será de su alma mañana si se le ha perdido enfrente de las narices el amor de su vida.
– Es que precisamente eso: necesito saber de mi ratoncito para saber la valía cualicauntitativa de mi sentir.
– No exagere. Es el vicio que lo lleva y lo trae.
– No, debe ser amor. Lo re quiero al guacho.
– Puede comprar otro raton en una tienda de mascotas.
– No sé. No podria. Este era especial.
– Que tenia de especial?
– Tenia pantaloncillos azules. Cortos. Gafas. Un pequeño sombrero de tres picos. Y de vez en cuando hacia fui fui con la naricita.
– «Fiu fiu», no era?
– BUENO ALGO HACIA NO SE MUY BIEN QUE, NO NOS PONGAMOS EN DETALLECITOS.
– Pero que se engrana si aca el que anda perdido perdiendo a mas no perder es usted??!!
– Disculpe, es la terrible emocion que me embarga.
– Como siga asi le van a embargar la casa de tanto querer venderle buzones a los pobres vendedores de pastillas. Mire como me ha dejado la manga, miserable. Si vivieramos en tiempos de orden militar… yo le llamaria a la polecia!
– Descuide, no volveré a desfruncirle la manga nunca mas, es la ultima vez que le pido…

El perdedor de roedores incrustó su mirada aterrada en los de eriberto y Eriberto lo vió: era el rostro perdido de un alma en pena nadando en un lago infernal de fuego. Sendas lagrimas,como lanzas monstruosas de indeciblecongoja caian de esos dos ojos azules: vio a Kosovo, a Bagdad, a Balvanera, a VILLA LUGANO y sus campos de batalla en llamas, bañados por la insensata sangre derramada en la infinitud prehitorica del tiempo y del completo sinsentido.
Daban ganas de rociarlo hasta los huesos con un lanzallamas, solo por deporte y justicia.

– COMPÓNGASE AMIGO, YA VENDRAN DE VUELTA LOS RATONES!
– ES QUE EL MIO ERA MIO Y ERA ESPECIAL PORQUE ERA MIO Y AHORA YA NO ES MAS MIO Y EN LA ESCUELA ME PEGABANNNNN!!!

Estaba que no podia mas, el del raton perdido. Eriberto vio una piedra en el suelo y la levantò. Era una piedra guijarra de buen porte, gris, ausente, impersonal, desaliñada, querida por nadie. Si le hubiera hablado, no le hubiera respondido. Estaba cubierta por heces de paloma, blancas, verdes, óseas, petrifficadas.

– Mire esta piedra, mi jovial y apasionado amigo. Ve usted esto? Esto personifica todo lo inerte y lo silencioso y lo sucio que naides quiere. Una piedra, y tiene forma de huevo, pero si usted la hirviera, no podria comer mas que a pequeños pedacitos, milimetro por milimetro, microgramo por microgramo. Nadie la quiere, nadie ha amado a esta piedra y esta piedra ha navegado millones de años para encontrarse con usted y con mi mismo, ete aqui. CREE USTED QUE PUEDE AMAR? O puede usted amar de verdad? O solo es un gran «hombre interrogante»? Yo a usted lo aprecio. Está desesperado, es un hombre enamorado de la vida, de sus cosas grandes y pequeñas, y por ende usted debe ser cuidado, su alma nutrida y su espiritu regocijado con la companía. Ahora, tiene dos opciones, o aceptar que su raton piensa que es usted un miserable zoofilico y que por ende ha escapado a hacerle una denuncia por hacerle que le lama los pelos de los huevos, o puede usted empezar de vuelta.
– NO!
– SI!
– NO!-
– SI, MIERDA, APROPÍNCUESE!

Eriberto le propino dos bofetones ida y vuelta. El hombre solo derramaba mas y mas agua sobre la pechera de la camisa. Desconsoladisimo el vago.

– No me queda nadies, nadies!!!
– Vuelva a decir nadies y le arreo otra.
El perdedor de ratones petrificó la cara en un rictus de velorio y  retrocedio cuatro pasos con una mirada demente en los ojos, paró, y muy altaneramente, erguido como en una novela mexicana, volvió a repetir, como quien va a la guerra:

– NADIE.

Eriberto avanzó dos pasos, el perdedor de ratones dio un paso atrás, Eriberto avanzó dos pasos rapidos mas levantando la `piedra en la mano y el perdedor de ratones se perdió corriendo en la noche electrica de su país, un lugar borroso, indefinido, bastante brumoso, un lugar donde las maquinas estaban casi todo el tiempo adormecidas a lo largo del dia excepto a la noche, cuando estas bufaban y siseaban, pergeñando un gran plan con un gran corazon para ese pais donde solo en la bruma un hombre perdido se puede volver respirable a si mismo.

– LA CONCHA DE TU MADRE SI TE VEO DE VUELTA TE MATO!

Lanzó la piedra, que se perdió en la bruma. Milisegundos mas tarde, algo entre la bruma gritó:

– SORETE!

Eriberto respondió:

VIGILANTE!