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EL CARAMELITO DEL AMOR — julio 5, 2015

EL CARAMELITO DEL AMOR

Tipo raro si los había. Con la gorra con orejeras del Chavo y un pantalón cargo con remiendos y dos alas de plastico detrás de la espalda que movia con un hilo de barrilete al frente atado a una de las manos, el tarro de vidrio en la otra mano.
En Castelli y Pueyrredón, parado en la esquina, no necesariamente mirando hacia la posible clientela, sino en diagonal hacia enfrente. A menos que le estuviera gritando a voz en cuello a los chinos a la entrada del tenedor libre, cosa probable, ya que parecia necesitar un par de platos al dia extras.

– Al caramelito, al caramelito, venga usted y ame!

No era un vendedor de biblias. Ni un mormón ni un africano vendiendo esos maravillosos cinturones de cuero sintético.

– AL CARAMELITO DEL AMOR, AL CARAMELITO, LLEVE UNO GRATIS!

La cara chupada, cetrina, afilada, media tarde febril, la inutilidad de las horas.
Me acerqué un poco mas, desde atrás. Despues lo circundé timidamente para escuchar mejor, mirando a otro lado, los brazos cruzados, haciéndome el sota. Violines iridiscentes y filosos, extraños. Actividad barrial incesante. La intuición de el aquelarre. prostitución de las masas idiotizadas comprando zapatos nuevos para piés muertos que nunca irian a ningun lado.
Una patrulla azul pasa lentamente por la avenida con dos muertos adentro.

Me cruzo de brazos y me acerco un poco mas, medio metro: la distancia de el espacio personal de seguridad de un habitante de pueblo de medio pelo. Si esto es un western, no es así?

– A cuanto el caramelo? – pregunto.
– Son gratis amigo, llevese uno y enamórese del amor!
– Ok, me llevo uno. Cuanto…?
– Pero muchacho, amores son amores y el pago de perdedores. Este va a cuenta de la casa.

Sonrie. Le faltan dos dientes delanteros de abajo. Necesita un afeitado regular. A mi me quedan dos muelas, tengo veinte quilos de sobrepeso y no tengo a nadie que me escuche gritar. Por las noches solía llorar, ahora ya no lloro: solo caigo entre acantilados de pesadilla.

Me da un caramelo. Es como un Palito de la Selva.
Ni siquiera dudo.
Me lo pone entre los dedos, acepto: suicidio asistido.

– Y entonces el muchacho AMÓ!

Me sonrio con mis cachetes. Las mujeres en mi vida. Estoy vivo de pedo.

– Gracias por el caramelo.- digo yo. Me tengo que volver. Que tengas un buen dia.
– Y un gran dia para usted, caballero.

Un brillo borrachino en sus ojos.
Doy vuelta la esquina, camino una cuadra y media, la puerta de mi edificio: marrón, mal pintada, sucia, producto del hollín del barrio y un portero cuatrerito con cuello de buey que cobra doce mil pesos y se levanta a las once de la mañana y usa camisas que nunca podré yo usar. O comprar..
Si esto fuera Rusia, bien podrian imponer de vuelta la casta de la servidumbre, no me importaría. Latigazos a la cara.

Subo en el ascensor. Mismo espejo. Misma tristeza. Pienso en soles que se apagan. Pienso en África, pienso en la inutilidad de todos los ramos de rosas de la historia.

Entro a casa empujando la puerta de hierro y, así como suena, así como que te la cuento, me pongo a llorar.
Dejo el caramelo en el centro de mesa. Pongo a Skay Bellinson y su canción «La ultima primavera».
No hay «soundtracks at random». Uno pone lo que es o lo que uno quiere matar, a lo malo de adentro.
No me relajo, me siento en la cama. Sabelo, Fernando no se sienta en ninguna cama. Fernando se acuesta. O coje o duerme. Y ahi estoy. Mi esqueleto sostiene mi carne, mi carne a mi alma, y mi alma pende sostenida por nada.
Voy de vuelta al living, esquivo una mancha de yerba seca en el piso, pienso: La limpiaré luego. Me siento en una silla verde, hay papel y birome, no escribo: miro el papel y la birome. Un viejo walkman plateado. Pienso en un amigo santafesino, internado en un loquero por la droga. me duele. Aparto rapidamente mi mente de él. Pienso en mi vieja. Me duele. Aparto la mente de mi madre. Pienso en mi mujer. Me duele. Aparto mi mente de ella con dificultad. Pienso en pensar en escritores. Me rio por dentro. Que hubiera hecho Vallejo? Que hubiera hecho Carlitos Balá? Qué hubiera hecho Bukowski, que hubiera hecho Bolaño? Que hubiera hecho San Martín, Olmedo, quien sobrevivirá lo que siento por esta Avenida Corrientes? Yo a veces no puedo evitar emocionarme y pensar en el 2038, en el 2049, en las nuevas viejas guerras, en los autos solares, en las lechugas de Monsanto, en mis platos de polenta, en mis noches interminables aqui en el Abasto, Abbadon. Aquí aprendí a meterme en mi mismo, ví amor y lo abracé, ví un monstruo y tambien lo abracé. Ellos vieron solo al monstruo. No me abrazaron nunca mas.
Las elecciones hacen al carácter. Desenvuelvo el caramelo. Es un palito de la selva, seguro. El chabón debería estar loco, sin más. Un enamorado del amor.
Todo cuaja y cierra cuando uno pone en la receta general un setenta por ciento de desvarío comun y corriente en todas y cada una de las personas que uno llega a conocer.
Me lo meto en la boca, muerdo la mitad, la otra mitad entre mis deditos.
Anoche soñe con cataclismos, con plástico del infierno cayendo de los cielos. Estaba mi tía y alguien mas, estábamos en una terraza de un edificio desconocido, y mi tia me miraba con severidad odiosa, y el fuego plástico caia sobre mi cabeza desde las nubes cumulosas, sobre las cabezas de todos en el sueño, caia en mis ojos, en mis córneas, en mi cabeza, en mi alma, y el terror, el Gran Terror, el enojo de los Señores del Cielo, la Gran Invasión.

Tenia gusto a frutilla. Un poco plástico, caramelo de mierda, juguete cárnico para los odontólogos.

Me apoyo en un codo. Espero que suceda algo. No pasa nada. Voy a la cocina, pongo la pava. Recuerdo a mi abuela el dia que no se acordó mas como hacer polenta. Ya no sabía nada de nada. Cuando cayó enferma, en su cama de hospital me preguntaba: «Cuando nos mudamos a esta pieza?». Yo solo estaba ahí parado aterrado… Ella habia visto la nieve histórica de la Capital federal de 1917. Habia sido la primer mujer de su linaje en hacer uso del voto femenino que impuso Evita, tenia unos ojos marrones maravillosos, había perdido a dos hermanas asfixiadas por comer pan caliente. Con mi abuelo ferroviario se habían levantado de la pobreza y del rechazo familiar a su casamiento, hasta hacer de la familia una joya estupenda en un mundo implacablemente cambiante. Las señoritas se habian convertido en putas, los doctores te tuteaban con una agria frescura en tu lecho de muerte. Los pibes meaban a plena luz del dia y fumaban porquerías y hacían muecas. Tiraban las casa mas viejas del barrio, y, para mi, esos patios internos parecían llorar con una modernidad devastadora. Mi abuela, mi querida abuela que un dia lloró cuando a la vuelta de las vacaciones de la costa la sorprendieron con que le pintaron la casa de amarillo.
Lágrimas en sus mejillas.
Yo no se aun que le aportaba a su memoria. O a mi memoria.
Mastiqué cansinamente mientras el caramelo dulzón se me pegaba a las dos ínicas muelas que tengo. Lo despegué con la lengua una y otra vez.
Tragué la mitad, harto de todo. Me puse la otra mitad en la boca. Misma operación de mastique.
Miro la ventana del balcón. Un necesario Mister Musculo no vendria mal en mi cesta de compras. Los vidrios tienen tres milímetros de resina voladora de tabaco del lado de adentro y tres de tierra afuera,. Veo todo marrón. Del color del interior de los intestinos manchados.
Del color que no me gusta. No? Si? Es o no es? Es así? El tipo está completamente desbalanceado, llamen al SAME, llamen a las haditas aladas que lo toquen un poco y que le ajusten la tuerca en la sintonía correcta!
Stanley está internado otra vez después de cinco años. El viejo y querido Estanislao. Practicamente incomunicado, ni siquera el viejo tiene permiso de llamarlo. Lo mandaron a una clínica en Munro. Casa familiera con rejas blancas detrás de dos sauces sucios. La calle de tierra lo arrula, de alguna manera. Lo llamé ayer, me comunicaron con un interno, el telefono se abrió y pude atisbar con las orejas el mundo privado de una internación psiquiatrica. Me bajó la sangre a los pies. Habló conmigo por cinco minutos. Distante, ligeramente hastiado. Pero esas rejas lo calman. Lo vi en Google Maps. Porque yo yoy un tipo moderno, vistes. Solo lloro en privado, borro los videos emocionantes. Escucho a Tan Biónica. Voy tres veces por semana a un spa donde me hacen colonoscopías gratis mientras sonrio envuelto en una toalla que no debería haberme tocado nunca. Fresias hipoalergénicas de diseño envolviendo a los reyes de las amapolas del control. Tomo té verde con jazmín. Vivo en Balvanera hace cinco años pero me desagradan esos negritos salientes del barrio. Sus templitos a San La Muerte en las veredas. Mis paredes son de un color relajante, entre malba y el color de una morcilla. Tengo una pistola automática de un plástico secreto. Soy supervisor de telemárketers con la nuca afeitada milimetricamente con subalternos que no me quieren agregar a Facebook. Voté a Maurice. Fumo cogollo. Sé como hacer un nudo de orca con los ojos cerrados, y mi lengua está afilada como una hojita de afeitar. Escucho exclusivamente musica hecha con instrumentos naturales sin electricidad fabricados en maderas nobles cortadas por artesanos de Córdoba en pequeñas tiradas sólo para mi y mis amigas en solerito. Palo santo volando como un suave vórtex espacial de Valiums en el living, sanándome, sanándome, sanándome, hacheros en el norte del sur de Sudamérica, fumando armados picantes locales deseando que los filos de sus hachas centenarias estuvieran a dos centimetros de mi cuello, y pisar repentinamente una banana sin querer.
Gracias caramelito. Ese hombre en la esquina debió ser amigo de mi padre o el padre de mi madre. Tal vez. Tal vez.
No hay punto central en esta nebulosa pensiva. Y tampoco es necesario. Fragmentación total o casi total. Dispersión no-subversiva. Piedad y suicidio. La polilla sobre el teddy bear.
No importa. Estamos en camino a ESO.
Todo es amor, baby.
Todo.

3×3 —

3×3

Queriamos mucho a Dennis. Nos inspiraba. All llegar el invierno le poniamos un suéter. Todos estabamos convencidos de que sonreia. O de que había nacido sonriendo. El paso de los años no nos corroboraba nada, ni siquiera algun mohín minimo. A veces nos preguntabamos (todos) qué habria en su cabeza. Cabeza tenia. No era muy grande ni muy pequeña. Pero tenia. Yo miraba a papá y papá no se atrevia ni a temblar, nos comunicabamos sin fruncir el ceño ni expresar grandes pensamientos. Debiamos ser cuidadosos. El viejo era de la vieja escuela: llamaba a las mujeres y jovenes extrañas por el nombre de «Señorita». Se nos quedó en el tiempo, mi pobre papá con sus piernas y brazos flacuchos. Con tacto era mejor. Yo alguna vez le dije: «Son todas putas». Yo ni siquiera había estado con una puta, y todavia no he estado con una puta ni creo haberme perdido de ninguna educación especial, pero la gente hacia muchas putadas. Por ende, la duda, futíl, inmadura, por las que otros me habrian tratado de enfermito. Mi papá, mi «Señor Padre», el ícono sufriente, con su montgomery y las bolitas de naftalina, me miró aquella vez con una tristeza muy grande y con un recato al borde del paroxismo: Mi viejo trataba de hacerle entender a una dependienta muy poco hábil en el respeto de que… ah, ya ni me acuerdo, importa acaso? Mi hermana, otra puta, la Florencia, que habia nacido con cuatro tetas, una boca inimitablemente estúpida y siempre en erupción histerica e inútil  y un cencerro roto por marote, andaba por ahi, cabeceando en los ascensores. Ya lo decia yo, y mi padre tan triste. La cuestion es que ya llega el invierno, me aprietan los calzoncillos en este fresco de abril, no me acostumbro. Ni yo, ni mi papá, ni Dennis, ni Florencia la chica con cuatro tetas podemos o podíamos. Se te pega a los huesos Buenos Aires. Creo que le pasa a todo el mundo, yo puedo contarte que a mi me pasa y que llevo en el lomo un pasado pesado, una cosa como de molusco, como larva gigante, como cosa que se pega y hace dificil respirar. Y se viene el frio, la vieja está vieja, yo fumo como loco y afuera no sopla el viento, o aqui dentro no sopla el viento. Estoy adentro del Polara que tenia papá. Ahora lo tengo yo, pero yo no manejo… pero me gusta meterme adentro con la radio y la maquina de escribir. No me preguntes por que. Desde aquí puedo ver la luna desde la ventana empañada, las estrellas, algunos jirones de nubes púpuras navegando el cielo. Sudamérica es una cuna de ángeles donde todos tenemos uno que nos cuida. Y te lo digo a vos porque vos ya lo sabés, pero te da miedo porque algunos ángeles despues se vuelven malos, en particular si pensás mucho en eso. Escucho la risa de los niños de la cuadra, haciendo tintinear sus cucharas intermitentemente. Es la hora de la cena. No vivimos en lo que se dice un pueblito, tampoco es la ciudad, y el centro de lo que sea está lejos y la intendencia no nos ha iluminado bien nuestro barrio. Nuestro querido yuyerío. Nuestras cabezas están lustrosas pero nuestros pensamientos son pequeños y gélidos. Trabajamos para el enemigo y lo sabemos, pero en realidad el enemigo soy yo conmigo mismo, y él con él, y ella con ella, y vos con vos misma. Somos la periferia de un mal de dimensiones y virulencia moderadas. Los perros ladran a la noche. Todos necesitaríamos una pistola de bajo calibre, por las dudas. Sopas instantáneas, cepillos para lavar las zapatillas con las manos que se ponen tontas de tan rojas, llaves bien guardadas en los bolsillos de los vaqueros limpios, poliester en la remera y poca azucar en la sangre.
Autocontrol. Mesura. Violencia. Arraigo. Paciencia.

Hay cuatro habitaciones que son vividas de acuerdo a lo que un mago ha trazado con la plomada de algun magio o un masón. Me gustan, no es muy relevante que yo diga que me gusten, las vivo. Hurligham está trazado por un arquitecto loco, sabias? No es que no se sepa donde está enterrado o que no tenga un busto en bronce en algún lugar. Lo que no se sabe es si Hurligham realemnte existe. Lo mismo con mis habitaciones. Las encontré un dia desordenadas y medio como tiradas a la marchanta un día que me tuve que mudar por razones de fuerza mayor a los suburbios mas inconexos con todo. Cosas de estar dolido. Al principio estaban peladas e intactas, no habia razón para ponerse lascivo ni mala cara con las pobres paredes. Creo que algun dia, con mucho esfuerzo, un esfuerzo estertóreo e importante en su estupidéz, lograre que las muy hijas de puta me hablen por mi nombre. No hay manera de tomarlas en serio ni vilipendiarlas por ser poca cosa. Estas cosas planas y verticales, con sus respectivos techos, hacen al cofre que guarda mi esqueleto. Todas tiene una funcion, las cuatro. Convengamos que eran mas lindas antes que ahora, ya llevo un cuarto de siglo fumando y bebiendo y gritando mi canción desesperada dentro de ellas. Cuatro habitaciones blancas, concreto, caños adentro, cantantes, normales, sin presagios ellas, macizas, también sin imprecaciones: solo entre y vea que pasa. Una es para entrar. La otra es para salir. La tercera, si es que se las pude nomenclar y poner en una imaginaria fila india, es para existir. La cuarta es para el pasaje de los extraños a la morada en sí, el bucle, el comodín vital, el bailar de los estetas. Ni se sale ni se entra ni significa, redundantemente un Gran Paso Hacia Lo Que Sea. Por lo general estoy en la habitación de existir, haciéndote esto que te escribo ahora (suena una moto haciendo picada sobre la llovizna persistente y diminuta en lo poco que queda de el pavimento en la calle). Aqui tengo lo que yo llamo » la razón de mover el culo». O sea, ser sedentario de manera mórbida y socialmente patológica, fumar paquete tras paquete de Red Points, maldecir, amargarme, masturbarme. La computadora con el teclado, los restos del mate de ayer a la noche. Yo tomo mate todo el tiempo. Estoy gordo pero el mate me infla la panza y yo me la sobo. No voy a salir nunca en Play Girl. Eso seguro.
En la habitación de salir está la pequeña biblioteca, remanente de alguna muerta que nada tenia que ver conmigo pero que entró un dia para quedarse contra la pared. Es mas bien un modular con una pequeña coctelera que en algun momento tuvo una luz adentro. Abrias la puertita y adentro tenias el whisky, el anisado, el chumbo, la Esperidina, el licor de huevo, el licor de mis pelotas. yo puse algunos libros y casettes ahi en la estanteria, un par de cintas fonograficas de Virus y de Sumo y un volumen de una Enciclopedia Kapeluz. Chamuyo para niñas ñoñas e incautas que pudieran sentirse intrigadas, y la forma de salamearse con uno mismo y decir que uno ha leido, lo cual no es verdad. El tabaco en el aire es menos intenso: la habitacion de existir es mas ruda y enfermiza porque estoy todo el dia tecleando ahí, sudando y espasmando y tratando de que me funcionen los brazos a la madrugada, es una suerte de mazmorra con las paredes blancas con las superficies poceadas de chinchetas, clavos, palazos, mobiliario corrido y vuelto a tirar; manchas de vaya a saber que miríada de materiales y/o comidas, pegotes de piés apoyados, humedad de las cañerias reventadas, caca de cucarachas, semen, sangre, vino, salsa, polillas aplastadas en años específicos u otras cosas que la mente ya no rescata por la ruptura neuronal casi total, pasta de cintas aisladoras nunca limpiadas que sujetaban paginas de diarios con artículos destacados (Al sacar la pagina del diario pegada a la pared, quedaba un rectángulo blanco ahi donde no se habia podido pegar el smog y el dióxido de carbono de tabaco que habia salido con los años de mis pulmones). Adoro recorrer con la vista la tristeza de esa habitacion. Es mórbido y grueso y se cuece vivo. No es que pueda hacer yo la vista gorda y no nombrarla: yo nací como soy y mientras no mato y no cago a nadie y no violo y me mantengo a un costado sin perjudicar a terceros con la filibustería de mi vida de insecto, creo que estoy OK.
Pero en la habitación de existir se está mejor, pero hay mas inquietud. Está la puerta de salida de la casa, una ventana al jardín trasero. Cigarras en verano, gatos negros hechos de jade en invierno. He pensado en ladrones muchas veces y solo era la vida que hizo un Dios que me puso a un costado de toda la vida. A mi como que me lloran los ojos cuando pienso en todas las cosas que perdí, porque ya tengo cuarenta y un años casi y he vivido mucho el encierro, pero yo les digo a mis ojos: Cállense!, y se callan.

Entre los nombres que mas me gustan de bandas de rock que ya no existen están algunos como estos: Nairobi, Embajada Boliviana, Cocoliso y sus Pistolas. Fabián Casanova y los Chevy Rockets. Tambien recuerdo que en un viaje a Santa Fe, en un bar muy nebuloso, una mina entró a cagar conmigo al baño y se la chupó el inodoro. Se fué. Por el caño. Era una reptiliana inflable o simplemente estaba hecha de aire. Que me habian dicho que solo le faltaban los colmillos, me lo habían dicho, y a esto, veinte años despues no le puedo encontrar explicación… es cierto. A mi me gustaba la gorda. Estaba rellenita por todos lados, borrachita, maliciosa y cachonda y cinco minutos después estaba ahi tratando de cagar, vi unos pocos pelos, me dijo: No mires. Me di vuelta con recato y respeto, entonces me dijo: Date vuelta y mirá. Ni para ponérmela dura me podia decidir entonces. El pobre Fer solo se ruborizaba. La cervecita, una cosa de algo asi como dos vasos mistongos en mi torrente sanguíneo, me mató. Recuerdo darme vuelta hacia el espejo y después darme vuelta hacia donde ella estaba, los ojos de ella bien marcados por el delineador negro, una cara de tentadora del diablo, una gorda putica: completamente irresistible. Siempre fui un hombre de rollos y tetitas gorditas, lo sigo siendo, aunque he tenido mejor suerte. Pero no me quejo. Todos queremos un poquito de amor, de la forma que sea, y viniendo con la forma predispuesta por nuestra suerte o nuestras exijencias a la vida. La cuestión es que la mina, verdadero salchichón transpiroso, en algun lado debe estar. Nunca me lo pude explicar. Lamentablemente, lo primero que desapareció fue la vision de los pendejos ahi en su pubis mientras largaba un sonoro y caliente chorro de pis. La barriguita se metió para adentro. Eso ya era vistoso de ver, si es que existe tal expresión. Digamos que fue peculiar. Me imaginé que la mina estaba hundiendo la panza y yo la flashié mal. Era no solo una amazona buscona en una noche de viernes en un paraje olvidado de cualquier Diós, también estaba en el baño conmigo. Me imaginé lamiendo ese cuerpo expresivo como de diosa de Abisinia, los ovarios del génesis del Mundo, imaginé su cuerpo erecto contra mi bulto en el jean, temblando yo como una hoja a punto de ser peteado por primera vez, yo, sorbiendo los rollos, lamiendo lentamente sus libidinosos patys marrones, metiendo mano en su reogrdeta y rosada conchita ultrajada por mil vergas del barrio entero. Y entonces la concha se fué. Que triste que me sentí, por Dios! Si a mi nunca me sobró nada, todo el mundo lo sabe. Yo pensé que se inclinaba, pero en realidad los pliegues era porque el inodoro la chupaba. Las tetas en la camisola se inclinaron hacia abajo y el retrete la atrapó completamente por las cachas y la mina ahi ya estaba jugada. Tonta de alcohol y por el manoseo de todo el puto contingente en el bar, probablemente pensó que era la birra o que se resbalaba o que estaba mareada y que era divertido. es así: si no entendés de que se trata, sonreí. Un último mohín despreocupado, la marca de las putas. Un segundo mas tarde y la cara de la mina (aun recuerdo sus ojos azules, hermosísimos, a mi nunca me habia tocado la pija una mina con los ojos azules, ni que decir con colmillos), la cara de la mina era de un consternadísimo terror: tenia las pantorrillas a unos centimetros de su barbilla, las piernas tragadas por la loza furiosa, pies con botas hermosas, las suelas percudidas, los jeans arremangados en los tobillos que ahora se alzaban magnificamente delante de su nariz y frente a mi muda y azorada cara de niño por siempre jamás. Piernas y ligamentos rotos por la succión del elemento de baño. Un retrete manchado de oxido de orines en los bordes, uno de los antiguos, con la talladuría como los de la abuela, casi un hexágono, tapa negra de baquelita. Estilo. Y su pelo rojo en la cabeza brillaba perfumado y casi podria haberse tragado sus gordas tetas de vampiresa como todo epitafio. Entró adentro de la loza del inodoro con un sonoro «FUUMP!» y ahí quedó, inhabilitada de todo, sin habla, solo los ojos celestes entre sus tobillos y los jeans y la bombacha blanca con corazoncitos rojos mas abajo, recuerdo que eran uno de esos jeans nevados, y las botas negras, taco aguja: una verdadera cerdita insaciable. Ahora, cierta parte del corazón donde ella residía con el relajo mas asqueroso, amada por todos y protejida por todos por ser el polvo mas alucinante del siglo (y grátis, las cosas que se hacen por amor a la pija no se cobran), esa parte que ella pensaba era vida y era buena, le estaba haciendo algo malo. MUY malo. Quiso decir algunas palabras, buscar u obtener algunas rápidas explicaciones, porque el tiempo era vital, ella, la matadora del barrio a quien nadie respondía, y yo sentí pena por ella, no se la podia ayudar, se la podía entender y se la podia ver desaparecer en un inodoro, pero no habia mayor cosa que pudiera hacerse por ella. Ni por un segundo pensé en tocarla, o gritar. Por lo que pude ver en sus ojos antes de que solo quedara nada mas que sus pies y su cabeza, ella ya sabia la propuesta de los eventos y de el fin de todos los eventos. Ojos como el hielo lunar, desespero de la unica noche mas quieta: labios escandalosamente emporrotados de un lapiz labial color uva tinta, los contrastes de la piel blanquecina y pálida a la luz perfecta de la mortuoria bombilla electrica. Una belleza con el diablo en el hombro que queria decir mi nombre y nunca pudo. Yo tampoco supe nunca el de ella. Seguro que tenia uno. Ahi estaba, en su boca amoratada de a de veras, en los ojos gélidos que ahora tenian un fulgor especial del cual me sentí plenamente orgulloso: pedían ayuda, pedían una ultima explicación. Que iba a hacer yo si solo tenia veintidos años y me masturbaba con revistas que compraba en la calle Corrientes… Ademas, santafesinos y cordobeses saben que somos gente complicada por no tener ni calle ni campo en las venas o rusticidad en las palmas de las manos. No se me iba a poner a rezongar ahora por estar ahi con ella. Pobrecita, si solo tenia una testa momentánea y los ojos de Paul Newman para mirarme. Debajo de las luces del bar me habia sonreido de esta manera maliciosa y borrachina y yo habia consentido que me manoseara el corazon de oro que tengo. Yo no sabía de esas cosas, para mi, aceptar a una persona en un segundo por el resto de mi vida es una cosa muy seria. Y cinco minutos después ahi estaba con su zonza cabecita colorada y los labios apenas entreabiertos, tratando de que me acerque unos centímetros, que le diera una mano, que tirara de un pie o incluso de los jeans bajados a los tobillos que ahora estaban a la altura de mi pecho y bajaban a las profundidades de las cloacas lentamente, ahi estaba la pobre cosita con esa cara y el arrepentimiento totál y después solo la coronilla, y yo vi sus últimos pelos, del mismo color que la concha, colorados rabiosos, usados, parte de un pasado instantaneo ya, y entonces elevé mi plegaria virgen al techo del baño, imposibilitado de malicia alguna, y el inodoro se la llevó, se la llevó…. con un ultimo suspiro mio y un sonido grueso y hueco desde la loza, mi primer beso en cuatro años y ahi se iba, yo tenia los labios ardiendo y le hubiera comprado una cerveza o el puente de Manhattan si ella hubiera querido, pero nunca me lo pudo decir, o insultarme o reirse un poco mas de mi, conmigo ahi con mi corazon de oro en la mano, porque el inodoro ya se la habia comido, y entonces yo tiré la cadena con mi mano fría, tristemente, tratando de no llorar, porque soy un tipo muy sensible y la gente que sufre, yo la veo sufrir y yo sufro tambien, y antes de salir apagué la luz, cerré la puerta con toda la gentileza posible y meneando la cabeza le dije al pendejo que estaba parado afuera que no entrara ahí de ninguna manera.
No se si me hizo caso. Pobre pibe.